Mandala: “Ofrenda” (E. M. Shocron B.)

Frase inspiradora:

Tudo o que temos a fazer [...] é colocar nosso jeito de viver dentro dos meios ecológicos conhecidos. (Marcus Eduardo de Oliveira)



Al encuentro de balance en nuestro modo de vivir”



Estamos viviendo tiempos con desafíos que nos impulsan a ir al encuentro de caminos nuevos que nos ayuden a recomponer el “todo partido” y transformar las heridas en cicatrices que nos recuerden los errores y así, poder superarlos, corregirlos, trascenderlos y generar nuevos modos de vivir en abundancia, en armonía y en paz.

Muchas son las formas posibles para movilizar nuestra transformación con el anhelo de hacer nuestra mejor ofrenda a la vida planetaria y a la humanidad. Muchos son los caminos que pueden llevarnos a repensar actitudes, acciones, hábitos y poder recalibrarlos. Existen miradas con diferentes enfoques sobre los mismos temas y cada uno de nosotros –seguramente- encontrará aquélla -o más de una- con la que se sienta en sintonía para poder avanzar.

Exploremos un poco!



¿Cómo vivimos?

¿Vivimos apurados, con ansiedad para llegar a algún lugar o vivimos disfrutando del camino que nos lleva a un nuevo lugar?

¿Vivimos distraídos, con demasiados ruidos en nuestra mente o vivimos conscientes de cada pensamiento, emoción, actitud, acción?

¿Vivimos declamando verdades absolutas o vivimos brindando lo mejor de nosotros mismos con simpleza y generosidad?

¿Vivimos reclamando a los demás o asumimos nuestras responsabilidades de cuanto ocurre en nuestro alrededor?

¿Vivimos añorando tiempos pasados o nos dejamos fluir al ritmo de la vida, celebrando cada instante y cada día, de cara al futuro?

¿Vivimos temerosos de la vida, de lo que no podemos controlar o vivimos celebrándola con esperanza y con fe?

¿Vivimos en un modo “autista” o celebramos la oportunidad de vivir compartiendo con otros seres?

¿Vivimos consumiendo compulsiva y desaforadamente o consumimos sólo lo necesario para mantener nuestra vida en balance?

¿Vivimos con violencias desencadenadas intempestivamente, conociendo o desconociendo sus causas, o vivimos procurando sostener nuestro balance y nuestra coherencia, vibrando paz?

¿Cómo nos vinculamos con nosotros mismos, con los demás y con nuestro entorno natural?

¿Cuáles son nuestros hábitos de vida y convivencia?

¿Damos incondicionalmente? ¿Recibimos con amor y gratitud?

Y posiblemente la secuencia de preguntas podría continuar… Tal vez aparecen porque son tiempos para preguntarnos más, para movilizar nuestra reflexión profunda, para ejercitar nuestras acciones conscientes y coherentes; para indagarnos silenciosa y profundamente; para mirarnos con los ojos del alma y hacer nuestros balances internos antes de la próxima acción. Son preguntas para reenfocar nuestras miradas, para recalibrar actitudes y acciones cotidianas, para repensar nuestros ritmos y nuestros modos de hacer. Son preguntas para seguir descubriéndonos y también, son preguntas para ponernos en acción.



En el mundo pasan cosas… y nuestra alma se expande o se encoje nuestro corazón, según nos conmuevan los sucesos que ocurren en nuestro mundo cercano o en el mundo más allá de nuestras fronteras inmediatas.

Somos parte de un todo y por lo tanto, es muy difícil permanecer ajenos a todo aquello que roza nuestro corazón, que sacude nuestra mente y nuestro entendimiento. Es muy difícil permanecer callados frente a los actos codiciosos y egoístas que invaden la vida de las comunidades. Es muy difícil que el corazón se vuelva inmune al dolor o a las miserias humanas que se ponen al descubierto en situaciones límites a las que es llevado cualquier ser vivo, debido a las acciones equivocadas, promovidas por la soberbia de quienes declaman verdades absolutas, que sólo son formas individualistas y solitarias de ver la vida.

Pero siempre recordemos que –ineludiblemente- somos únicos responsables de todas las acciones realizadas en primera persona.

Quizás éstos sean tiempos para integrar nuestras sombras y oscuridades y emerger de ellas con más sabiduría y conocimiento; porque cada situación de oscuridad que viva la humanidad es también una oportunidad para dar lo mejor de uno mismo y dejar emerger la luz de la vida, que es sin dudas, la mejor guía para cualquier transformación necesaria para uno mismo y para toda la humanidad.

Cada uno de nosotros puede transformarse en un faro de luz, en una luz inspiradora. Pero ser faros de luz es mucho más que brindar luz; es saber qué hacer cuando la luz no brilla, cuando sentimos que desaparece dejándonos en tinieblas o en la oscuridad; cuando aparecen el enojo que escapa de nuestro control y las dudas que nublan nuestra mente; cuando definitivamente, nos sentimos agobiados por esas sensaciones de incertidumbre y desasosiego profundo que no podemos explicarnos.

Saber qué hacer parece ser la clave para poder sostener la luz encendida, pase lo que pase a nuestro alrededor o en nuestra propia vida; para poder reencontrar nuestra luz inspiradora, rescatarla y volverla a poner al servicio personal, al servicio de los demás y al servicio de la vida.

Saber qué hacer, es también saber a quién recurrir en momentos de incertidumbre para volver a inspirarnos; es saber qué recursos usar para reacomodar cada pieza dentro del todo, para ajustar los ritmos, calibrar nuestra visión, renovar nuestra mirada y reorientar nuestros pasos para poder sostener la luz encendida, siendo nosotros –entonces- verdaderos faros de luz.



Nosotros y nuestro “universo planetario”… un vínculo milenario y cotidiano que merece nuestra atención.

Miradas, preguntas y una danza de sensaciones, sentimientos y percepciones tocan nuestra mente, nuestro corazón y nuestra vida.

Me pregunto -y “nos” pregunto-: ¿Cómo es nuestro vínculo con el “universo planetario” y con el universo cercano en el que transcurre nuestra vida cotidiana?

Mirarnos a través de todo lo que nos rodea es una rutina –a veces- poco practicada pero muy útil si lo ejercitamos… Porque la vida tiene modos maravillosos para mostrarnos el camino y nosotros sólo necesitamos ojos para ver, oídos para poder escuchar, sensibilidad para poder captar las sutilezas y la habilidad de darnos cuenta y descubrir las certezas, clarificar nuestra visión y profundizar nuestra comprensión.

Para apoyar nuestra comprensión traigo la imagen de un holograma; y entonces la pregunta es… ¿Qué es un holograma?

Un holograma es una fotografía en relieve que realza el valor de las partes y al superponer la imagen de cada parte, el todo alcanza mayor nitidez y profundidad; en un holograma “el todo” es más que la suma de las partes.

Esta visión holográfica nos permite percibir que todo el universo puede experimentarse y comprenderse a través de una parte de él y nos permite también comprender su funcionamiento observando apenas el funcionamiento de un organismo vivo que forme parte de él.

Respiramos y todo respira a nuestro alrededor; sentimos nuestros latidos y todo pulsa al unísono; pulsamos vida en nuestro vínculo con nuestro entorno natural, tan ancestral como cotidiano; tan cercano como expandido. Pulso y respiración nos unen y nos muestran el sentido de la totalidad de la que somos parte.

Esta visión holográfica, también nos ayuda a comprender la totalidad de nuestro cuerpo a partir de una célula, así como una experiencia individual puede conducirnos a la comprensión de una experiencia grupal. O sea que, tomando cualquier porción del universo, podemos tener acceso a la información de su totalidad y eso nos da una sensación expansiva e inclusiva, percibiéndonos más allá de nuestros contornos físicos como parte de una totalidad infinita.

Y si esta misma visión la aplicamos a nuestro modo de vincularnos podremos comprender mucho mejor nuestro modo de convivir y darnos cuenta de nuestras responsabilidades individuales dentro del grupo y dentro del medio en el cual vivimos.

La experiencia holográfica es muy interesante; es una experiencia profunda y requiere de una conciencia amplia y en expansión. Una experiencia de este tipo nos exige una gran sensibilidad para vincularnos con lo que es personal, interpersonal y transpersonal. Y, como todo está conectado con todo lo demás, esa conexión también va más allá de la proximidad espacial o temporal y por lo tanto, es imposible considerar a las personas, a los sucesos, a las cosas o a nosotros mismos por separado, porque todo lo que hacemos, pensamos, decimos, creemos y sentimos afecta a todos inmediatamente; nuestras actitudes influyen las actitudes de otros seres y a su vez, las de otros seres influyen las nuestras.

Por eso, somos permeables a los flujos energéticos que provienen de los diferentes campos de energía con los que interactuamos, vengan de otras personas o cosas, o del medio ambiente natural y cuando modificamos nuestras actitudes individuales también se modifican las actitudes del grupo de pertenencia; todo cambio individual incide entonces, en la transformación grupal; todo cambio individual y grupal incide también en la transformación del medio natural en el que vivimos y todo cambio en el medio natural, también nos modifica.

Somos todo lo que es y al explorar nuestro “paisaje externo” nos estamos explorando a nosotros mismos y también, a nuestro mundo planetario e incluso, a todo el universo.

Nuestro “universo planetario” es un sistema; es un todo organizado en el que cada parte tiene un lugar y una función que se vincula con el lugar y la función de cada una de las otras piezas del todo.

Nosotros -los seres humanos- somos una de esas piezas dentro del mismo sistema y tan esenciales como lo son todas las demás.

Ser conscientes de esta totalidad en la que vivimos nos lleva a pensar que cualquier alteración de una de las partes impacta directamente en la totalidad produciendo modificaciones estructurales y de conductas, alterando las relaciones entre las partes y el todo y por lo tanto, afectando la vida.

¿Alguna vez te preguntaste que pasaría con este “universo planetario” si cada parte funcionara de un modo individualista y ajeno al resto las partes que lo integran? Y… ¿Qué pasaría entonces con la vida planetaria que-de algún modo- es el alma de este sistema?

Escuchemos por unos instantes la voz de la naturaleza… Cerremos los ojos para agudizar nuestra sensibilidad perceptiva y liberemos al máximo el poder de nuestros sentidos.

La naturaleza tiene sus códigos… Y “nos pregunto”: ¿Logramos reconocerlos e interpretarlos? ¿Somos capaces de sostener un diálogo silencioso y profundo con nuestro entorno natural? ¿Somos capaces de lograr una auténtica comunicación sensible y perceptiva? ¿Reconocemos ese lenguaje sin palabras que llega directamente desde el corazón de la naturaleza a nuestro corazón, como un modo maravilloso de sostenernos en sintonía con la fuerza vital?

Tal vez, al entrar en ese espacio silencioso de nuestro mundo interior, podremos percibir el abrazo generoso y amplio de nuestra madre naturaleza, de nuestra madre planetaria. Tal vez podremos escuchar su voz, cantándonos al oído la dulce melodía de la vida misma y comprender lo que hasta ahora, nos parecía incomprensible.

Somos parte de su sistema, de sus formas y colores, de sus sonidos y sus silencios; de sus texturas, sus relieves, dimensiones, sabores, aromas, ritmos y múltiples sensibilidades. Somos parte de este mundo físico que ella representa, de este mundo visible y tangible, pero también, de sus sutilezas capaces de rozar nuestro corazón y ayudarnos a sostener nuestro balance cotidiano. Somos parte de este sistema de relaciones que naturalmente nos unen al orden perfecto del universo.



Y para ir aquietando el movimiento generado por las preguntas y los pensamientos en danza, aquí va una secuencia de palabras sueltas para mantenernos alerta en nuestras búsquedas cotidianas del balance vital y para que nos ayuden a sostener el ritmo de nuestro viaje por el mundo de las inspiraciones, las ideas, los sentimientos, las emociones, las dudas y las certezas:

*Observación profunda y silenciosa

*Sensibilidad

*Intuición

*Percepción

*Sintonía

*Conexión

*Empatía

*Comunicación

*Responsabilidad

*Conciencia de Unidad

*Sabiduría



Con el anhelo de seguir inspirándonos y honrar la vida a través de nuestras pequeñas acciones cotidianas, silenciosas y amorosas, nos propongo anclar la conciencia de hermandad que nos une a todo el sistema vital. Activemos nuestro ritmo de búsqueda de balance; activemos la memoria de los tiempos para encontrar nuestra sintonía con todo el orden planetario. Dejemos que nuestras melodías individuales se integren a la “Gran Sinfonía planetaria” y démonos la oportunidad de experimentar la alegría de encontrarnos en cada partícula de nuestro entorno natural y percibir el sentido profundo de ser parte de esta maravillosa y vibrante UNIDAD.

Y como hace el artista para captar con mayor fidelidad una imagen, por un momento tomemos distancia y, agudizando todos nuestros sentidos, captemos la imagen de la vida en todo su esplendor para darnos cuenta de su dimensión y de la nuestra dentro de ella; para darnos cuenta que somos esa gota de agua en el océano que contribuye a sostener el caudal de la vida dentro de este universo planetario; para darnos cuenta de la importancia que tienen nuestras decisiones y las pequeñas acciones, porque son ellas las que pueden hacer la diferencia en el contexto global.

Hasta nuestro próximo encuentro!



Esther Mónica Shocron Benmuyal

Embajadora de Paz

Distinción otorgada por Mil Milenios de Paz y Fundación Paz, Ecología y Arte

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