Mandala: “Ofrenda” (E. Mónica Shocron B.)

Nuestra Mejor Ofrenda”

Preparemos nuestro ser para una buena siembra y para nuestra mejor ofrenda a la vida. Dejemos que nuestros ojos recorran el espacio a nuestro alrededor como si dibujáramos cada detalle renovando su perfección; dejemos que se llenen de colores y de formas, que hagan un recorrido minucioso descubriendo la sutileza de cada color, las transparencias y la plenitud cromática que nos rodea. Dejemos que vayan más allá de lo visible, de lo concreto y de lo plano y nos den acceso a múltiples estímulos para el alma.

Dejemos que nuestros oídos descubran ese mundo sonoro y melodioso, donde los sonidos armónicos son protagonistas de la magia. Dejemos que nuestras manos rocen el aire amorosamente y los dedos jueguen con él creando miles de formas sutiles en el espacio. Seamos creadores de la trama vibrante que se aloja en el punto de luz que nos habita y nos conecta con la vida y con su esencia. Dejemos que nuestros sentidos se expandan y trasciendan las fronteras del espacio-tiempo, ampliando nuestra conciencia y renovando nuestra mirada. Y -desde ese centro de luz- dejemos que nuestra fuerza creadora haga su parte.



Recuerdo estas palabras de Albert Einstein… “Un ser humano es una parte de la totalidad que llamamos “Universo”, una parte limitada en el tiempo y en el espacio. Él se experimenta así mismo, sus pensamientos y sus sentimientos, como algo separado del resto; una forma de ilusión óptica de la conciencia… Nuestra tarea debe ser liberarnos de esa prisión, extendiendo nuestro círculo de compasión hasta abrazar la totalidad de las criaturas vivientes y la totalidad de la naturaleza en la plenitud de su belleza”…

Sus palabras ponen en movimiento sentimientos e ideas que comienzan a fluir conectando la esencia de nuestra identidad como especie, como familia planetaria, como seres físicos, pensantes y espirituales, habitando este planeta junto a otras especies con sus propias identidades.

Pero… A qué nos referimos cuando hablamos de identidad?

La identidad tiene que ver con la esencia, con los rasgos característicos que nos unen y que nos llevan a identificarnos con otros; es decir, hablamos de identidad individual y también hablamos de identidad colectiva. La identidad individual nos da sello propio, una huella digital única que nos diferencia a unos de otros. En tanto que la identidad colectiva nos asocia a otros seres, nos vuelve semejantes y nos agrupa.

Esto me recuerda también, la visión de la “triple identidad” del ser humano, que nos identifica como seres humanos, planetarios y espirituales. Esta visión nos ayuda a comprender nuestro rol en este planeta, a reconocer el lugar que ocupamos en él y a conectarnos con nuestra responsabilidad en su cuidado y lo ineludible que es para nosotros, respetar toda manifestación de vida

-incluyéndonos-

Tener presente nuestra triple identidad nos ayuda a repensar el uso que hacemos de los recursos que nuestra madre tierra nos brinda generosamente. Cuando nos reconocemos como parte de esta totalidad es inevitable que, al cuidarnos individualmente, comencemos a cuidar todo lo que está más allá de nuestro cuerpo físico, todo lo que forma parte de nuestro entorno, todas las formas vivientes con las que compartimos la vida planetaria y nuestro hábitat, con todos los recursos que nos brinda el planeta para nuestra subsistencia. Nuestra identidad personal comienza a tener así, una nueva dimensión que nos expande, mostrándonos que no estamos separados del resto sino que somos parte de una multiplicidad de identidades -que juntas- vamos tejiendo una red única, inclusiva y vital.

En la diversidad aprendemos a encontrarnos, a reconocernos como individuos y como parte de una comunidad y de un ecosistema. Aprendemos a descubrir nuestra huella digital y simultáneamente, aquella identidad comunitaria que nos hermana a otros seres. Reconociendo todo esto es que aprendemos a crear paz en nuestro corazón y aceptarnos mutuamente con integridad en la maravillosa diversidad que nos reúne y ser cuidadosos con la sustentabilidad de esa diversidad.

Necesitamos ser conscientes de esta comunión maravillosa que emana de la convivencia en la vida planetaria; necesitamos fortalecer nuestra identidad individual así como nuestra identidad comunitaria. Necesitamos sostener nuestra flexibilidad y apertura mental para expandirnos como seres planetarios, humanos y espirituales. Necesitamos abrirnos a nuevas experiencias que nos ayuden a la expansión y fortalecimiento de nuestra capacidad sensoperceptiva y evocar aquellas sensaciones que nos ayuden a percibir la fuerza del universo que nos habita y nos hermana con todo.

Cuando nos decimos conscientemente que somos luz cada átomo de luz vibra en nosotros y se expande más allá; cuando nos decimos que somos esa flor nuestra conciencia nos une a su esencia; cuando nos decimos conscientemente que somos esa piedra, las memorias antiguas del planeta comienzan a despertar en nuestra conciencia… y así podríamos seguir, descubriendo nuevas formas que nos ayuden a reconocer cómo funciona la identidad comunitaria que reúne a nuestras identidades individuales. De esta consciencia nacerá el cuidado mutuo, amoroso, respetuoso y la sabiduría de asumirnos como seres planetario, con un amplio rango de espiritualidad y humanidad.

Pero cuando la ira, el enojo, el resentimiento, los miedos se manifiestan en la convivencia, esos sentimientos representan la expresión de la incomprensión, el aislamiento, la individualidad desmedida y el culto a la identidad individual que da lugar a todo tipo de egoísmos, generando una gran cantidad de energía destructiva que perjudica la salud en todos sus aspectos, tanto individual como colectiva y planetaria, generando un caos que involucra a la totalidad.

Recordemos que todo el universo funciona en red; que cada planeta, cada estrella tienen su propia órbita y eso contribuye a sostener el orden que asegura la armonía del todo. Lo mismo ocurre en nuestro cuerpo con nuestros órganos y lo mismo, en cada ecosistema con todas sus partes. Es necesario que comprendamos esto y seamos custodios amorosos de ese orden.

Para comprender el sentido evolutivo de la red de la cual somos apenas uno de sus nodos, tenemos que permitirnos transformar los viejos paradigmas y comenzar a ver todo el panorama completo con una mirada renovada y fresca.

Una red permite nuevos niveles de vínculos; en ella desaparecen las jerarquías y la verticalidad dando lugar a una trama flexible, en la que cada nodo tiene importancia para el todo.

El funcionamiento en red inspira la incorporación de nuevas alternativas de convivencia y de vínculos con el medio ambiente. Las redes ponen al descubierto la necesidad de volvernos flexibles para acompañar todos los procesos que se suceden dentro de ellas y las necesidades de cambios que van apareciendo en su contexto.

En una red cada nodo aporta su identidad y simultáneamente, entre todos dan identidad a la totalidad de la red; cada nodo aporta su potencial y entre todos los potenciales nutren el de toda la red. De este modo, podemos comprender que dentro de una red cada nodo tiene un gran rango de responsabilidad en el funcionamiento y la vitalidad de la totalidad.

Nuestra existencia como individualidades vibra en relación con la existencia de los demás seres que integran la gran red y cada uno se refleja en los otros de alguna manera, porque –en definitiva- el sentido de nuestra existencia está vinculado a la existencia de los demás.

Fortalecer nuestra sensibilidad… Aprender a caminar en forma sagrada

Necesitamos fortalecer nuestra sensibilidad profunda para ser receptores de las voces sutiles que van guiando nuestros pasos. Somos portadores de una fuerza infinita que nos anima y nos lleva a la acción. Aprender a comunicarnos con esa fuerza a través de sus diversos canales es –realmente- un aprendizaje de vida que desarrollamos a lo largo de todo nuestro recorrido por esta vida planetaria.

Tenemos que recordar cómo caminar de un modo sagrado para realizar nuestro destino, para ofrecernos a la vida desde lo más profundo y ser protagonistas de las transformaciones necesarias que prolonguen la vida de nuestra especie humana en este planeta.

Pero… ¿Cómo es caminar en forma sagrada?

Caminar de forma sagrada es recorrer cada sendero sintiendo que cada paso es el primero de un sinfín de pasos; es caminar con sutileza, suavemente, como acariciando apenas el suelo, como si estuviéramos suspendidos en el aire. Es caminar con respeto y con cuidado; es andar con el corazón abierto y la sensibilidad a flor de piel, percibiendo que cada instante es único, que cada amanecer es una promesa de vida, que cada despertar es un renacimiento.

Es andar con el corazón lleno de gratitud, disponible para celebrar la vida a cada paso y brindarnos en cada encuentro incondicional y amorosamente. Es hacer de la vida un arte y vivir a la luz de la vida. Caminar de modo sagrado es una creación inspirada en la luz del alma, en su esplendor e infinitud; es danzar con la vida siguiendo sus múltiples ritmos, en sintonía con su “Groove”. Es darnos cuenta que, cuando equivocamos el camino, nuestros pasos se corrigen desde el amor y la comprensión, transformando cada error en un amoroso aprendizaje de vida. Caminar de forma sagrada es recorrer el camino dejándonos fluir, dando cada paso con liviandad y sin crear más ego; es caminar con humildad sintiendo así, la libertad de “ser”. Es recomponer esa parte del universo que nos toca, esa porción del todo que es nuestra responsabilidad, ayudando a la siembra compartida, brindando nuestras semillas de luz -las mejores de nuestra selección- para contribuir a una maravillosa cosecha compartida.

Aprender a caminar de forma sagrada será nuestra mejor ofrenda a la vida, porque estaremos en sintonía con la vida planetaria, con sus múltiples manifestaciones, con esa red invisible que nos une y nos reúne en una misma trama, en la que cada nodo es importante para la existencia de toda la trama.

Sólo tenemos que sentirlo, decidir e ir a la acción!!!



Esther Mónica Shocron Benmuyal

Embajadora de Paz

Distinción otorgada por Mil Milenios de Paz y Fundación Paz, Ecología y Arte

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