![]()
Semillas
para la Vida Una
propuesta educativa, una elección de vida Mónica
Shocron La
experiencia de la salud y nuestra triple identidad “…
Nadie sabe más que tú mismo sobre la salud, siempre que hayas aprendido a oír
y entender los mensajes que te manda tu cuerpo…”
(Deepak Chopra, “Sanar tu corazón”) La
salud es una experiencia personal; es nuestra responsabilidad. Es un compromiso
que asumimos con la vida al nacer. Es una elección de vida y una cuestión de
actitud frente a ella. Salud
es el equilibrio entre todas las energías que nos transitan y habitan
permanentemente y nos vinculan hacia adentro y hacia fuera. Las
visiones de Oriente y Occidente La gran diferencia entre Oriente y Occidente reside en la interpretación de la realidad, la comprensión de los fenómenos que nos rodean y -por lo tanto- de las respuestas que brindan ambas culturas con relación a sus respectivas visiones. Históricamente
hemos descubierto la esencia de Oriente hace poco tiempo. Antes, apenas alcanzábamos
un conocimiento fragmentado de su realidad, interpretada de acuerdo con filtros
impuestos por nuestra cultura y nuestra visión del mundo. En
nuestra tradición occidental - esencialmente racionalista- habitualmente
consideramos indiscutible todo lo que nos dice el intelecto; nuestra mente
siempre quiere tener la razón, porque eso es parte de su propia naturaleza. Vivimos
ocupados con lo que ocurre a nuestro alrededor -afuera de nosotros- y lo hacemos
parte de nuestra propia vida. Nuestro mundo de la acción es el mundo exterior
al que permanentemente queremos modificar, sobre todo para que no nos dañe. Necesitamos
ir hacia adentro para observarnos conscientemente, despojados de los filtros
subjetivos y culturales y descubrir nuestra verdadera triple identidad como
seres humanos, planetarios y cósmicos. ¿Y
si no lo hacemos? *le
restamos importancia a la información que nos provee la intuición *generamos
archivos de datos científicos magníficos y amplios que van ocupando todos
los espacios internos de nuestros pensamientos *buscamos
el auxilio de tecnologías de última generación dentro del campo clínico,
para revertir los problemas de salud *pensamos
que la solución está afuera de nosotros
¿Qué
olvidamos? *que
es fundamental la experiencia personal, profunda y consciente *que
gracias a ella podemos comprender los procesos de salud-enfermedad y nuestra
triple identidad, *que
podemos vivirlos desde su esencia y transitar nuestra vida sosteniendo, de la
mejor manera posible, el equilibrio de fuerzas entre cuerpo- emociones-
pensamientos-espíritu. Las
culturas orientales tienen una visión diferente. La mayor actividad se vuelca
hacia el mundo interno del ser humano, donde éste concentra su accionar, que
está orientado intensamente a la transformación personal para su evolución.
Se ve a sí mismo como parte del universo y no separado de él; tampoco lo ve
como una amenaza a su seguridad. Consideran que los síntomas son *parte
de un todo que trasciende lo meramente orgánico e individual *echan
raíces en las profundidades del ser *están
en su memoria celular *están
a merced de las transformaciones constantes producidas por el juego de energías
en el individuo y en su hábitat natural.
*la
salud se manifiesta y los síntomas desaparecen sólo cuando se sostiene el
equilibrio entre las partes y el todo a través de procesos conscientes. Para
las medicinas milenarias –incluidas las medicinas de la tierra (1)- la
experiencia personal marca el recorrido hacia sus grandes enunciados; observar,
explorar y sentir son recursos básicos para encarnar la comprensión del
funcionamiento de la vida. Un
ejemplo: la medicina ayurvédica Tiene
profundas raíces en lo espiritual, desde el vínculo indisoluble que existe
entre cuerpo, mente, emociones y espíritu. Para
ella, existimos en distintos planos: físico, mental, emocional, espiritual. Por
lo tanto, las enfermedades que aparecen en el cuerpo de una persona encontrarán
sus claves para superarlas, en la búsqueda conjunta de datos en todos estos
planos de existencia del ser humano, incluyendo el mundo de sus relaciones con
otros seres y el medio ambiente en el cual vive. A
veces los síntomas nos susurran al oído pero si no los escuchamos la próxima
vez nos sacuden con mayor vigor. Aparecen para guiarnos, no para maltratarnos,
ni son ogros o pequeños monstruos que pretendan asustarnos. Para comprenderlos desde sus raíces necesitamos valor para mirarlos de frente y de perfil, del derecho y del revés y girar alrededor de todas sus facetas. Necesitamos asumir una actitud personal, coherente y responsable frente a ellos y estar absolutamente decididos a descubrir la verdad. Si el alma y el espíritu no habitaran nuestro cuerpo, éste se marchitaría y no tendría existencia como tal. Nuestro cuerpo depende de nosotros y nosotros aprendemos la vida con él. Gracias a tener un cuerpo físico podemos experimentar la vida en nuestro planeta y comprender a la vez, el sentido de trascender el plano físico. Es difícil aceptar aquello que no podemos probar con los cinco sentidos y corroborar a través de la razón; pero no podemos negar lo que es evidente cuando ocurre aún, más allá de la lógica y del pensamiento científico. Recordemos Los
síntomas no desaparecen mágicamente sólo con la ayuda externa. Si no los
exploramos conscientemente, si no nos preguntamos más allá de lo que vemos o
sentimos, si no actuamos decididamente haciéndonos cargo de ellos, permanecerán. Los
síntomas despiertan nuevamente su agresividad en la primera oportunidad en
que estemos “distraídos”. Porque *Cada
síntoma tiene un mensaje especial para nosotros *Cada
síntoma es un llamado de atención para el cambio Cuando
necesitamos modificar alguna actitud frente a la vida, aparecen los síntomas
para darnos la oportunidad de hacerlo, de crecer, de mejorar, evolucionar y
reconocernos como seres únicos, irrepetibles y criaturas llenas de luz. La salud es un holograma; podemos ver su imagen completa desde diferentes ángulos, una porción de su representación global. Cada una de las partes –al unirlas- nos proporcionan una información más minuciosa y clara de la totalidad y así, la imagen aumentada alcanza mayor definición. En un holograma, cada parte contiene la información del todo; en la salud, cada síntoma es una parte del holograma. La
salud es una experiencia que aparece en un marco de convivencia, dentro de un
ecosistema, en un planeta llamado Tierra, parte de un sistema solar influido por
otros universos y por factores naturales, telúricos y cósmicos. La
experiencia nos permite sentir sensaciones físicas; conmovernos, darnos cuenta
que estamos vivos; la podemos compartir y aprender de este modo. ¿Qué
aprendemos? Aprendemos
a observar, a sentir, escuchar, percibir, intuir; a ampliar nuestros campos
sensibles hasta horizontes desconocidos. Seguramente
necesitaremos también, valor, voluntad, confianza y fe para lanzarnos hacia la
experiencia de lo Infinito. La
experiencia personal de la salud es nuestra escuela de vida y nuestro cuerpo, sólo
una parte de la experiencia completa. No podemos anclarnos en él; para
comprender la inmaterialidad de la salud tenemos que ir más allá de los ojos,
de las formas tangibles y de lo concreto. Reconociendo
nuestra identidad Somos
seres biofísicos, terrestres y cósmicos Algunas
preguntas… *¿Cómo
dialogar con el cuerpo y comprender sus razones frente a la enfermedad si no
vamos más allá de sus espacios tangibles? *¿Cómo
se fue generando nuestro cuerpo físico? *¿Cómo llegamos a ser habitantes de la Tierra? *¿Cómo
comprender la vida si no encontramos nuestra verdadera identidad? Nuestra Tierra es una totalidad física, biológica y antropológica en donde la vida es un emergente de su historia y nosotros, el de la historia de la vida terrestre, con identidad planetaria, cósmica y biofísica. Somos parte del caos y del cosmos porque también somos parte del Universo manifiesto. Permanentemente
estamos influidos por los intercambios personales y las relaciones
causas-efectos; más allá de esta aparente complejidad también podemos
encontrar el sentido de lo simple. Somos
más que materia; somos conciencia universal e infinita en todas sus formas
posibles de manifestación. Nuestra identidad es parte de la unidad y la
diversidad; de lo físico y lo metafísico, de lo denso y lo sutil. Somos
partículas cósmicas por ser parte del Universo y también, partículas
terrestres por habitar este planeta; en nosotros aparecen todos los elementos y
sus energías: agua, fuego, tierra, aire, luz, esencia mineral y guardamos en
nosotros toda la información planetaria y universal. Nuestro
alimento esencial es el prana; el prana es energía y nos llega simultáneamente
desde el Cosmos y la Tierra. Así encarnamos la vida en este espacio-tiempo.
Nuestro cuerpo echa raíces en la tierra y nuestra conciencia nos guía hacia
mundos etéreos. Las experiencias van creando puentes entre la Tierra y el
Cielo; entre el caos y el cosmos para encontrar nuestra auténtica identidad. Existimos
en relación con los demás seres y nos reflejamos en ellos. Tenemos vínculos
interpersonales y con el medio ambiente terrestre y cósmico, con los elementos
de la naturaleza, los sonidos, los colores, las fragancias, con las energías
sutiles, el alimento, la respiración. El
Universo es una inagotable red de vínculos con sentido, en la cual cada nodo
influye en toda la trama. La Tierra y los otros planetas giran alrededor del
sol; nuestro sistema solar lo hace alrededor de otras galaxias; el día sigue a
la noche y la noche al día; las estaciones se suceden interminablemente; las
fases de la luna siguen sus ciclos, así como la gestación hasta el nacimiento
y la germinación hasta el fruto maduro. Todo
es movimiento hecho de otros movimientos que se recrean a cada instante; todo va
y viene; sube y baja, crece y decrece; todo se modifica permanentemente aunque
no lo notemos. Los ritmos cósmicos marcan el compás de toda creación; así,
los vínculos en la trama universal también se transforman y recrean
constantemente siguiendo nuevos ritmos y nuevas sintonías. La
vida, los procesos, nuestro cuerpo, la salud y la enfermedad, la naturaleza, las
emociones y los pensamientos también tienen sus ritmos. El
movimiento de la vida no se detiene; la transformación es continua y para
percibirlo podemos ampliar las fronteras de nuestra sensorialidad; explorar
otras posibilidades y usar conscientemente nuestro cuerpo como una antena parabólica,
capaz de captar vibraciones sutiles; así nos convertiríamos en un canal de la
energía universal. ¿Cómo
podemos hacerlo? Preguntándonos,
buscando; observando, sintiendo, percibiendo, intuyendo. El camino tendrá
marchas y contramarchas; cambios de rumbo, ajustes, modificaciones; tal vez haya
dolor y sufrimiento (si nos apegamos al dolor). Nos sentiremos cansados,
descorazonados, sin rumbo y hasta perderemos de vista el sentido de nuestra búsqueda.
Pero podremos parar, agudizar nuestros sentidos, buscar información de múltiples
formas y finalmente comprender, reencontrarnos y reconocer nuestra triple
identidad. Necesitaremos
pausas y silencios, para descubrir su inmenso poder como recurso en este camino
de aprendizajes. Es
fundamental comprender profundamente para poder sanar. ¿Cómo? Dándonos cuenta
que somos más allá de nuestras fronteras corporales; que nuestra existencia
tiene un sentido trascendente y que la búsqueda de ese sentido nos comunica con
emociones, pensamientos y sobre todo, con nuestra espiritualidad. Experimentemos
nuestra triple identidad Recordemos
que somos parte del Todo y el Todo a la vez; que la energía que nos anima es la
misma que anima a todo el Universo y es el aliento de vida; que nuestros ritmos
internos son los ritmos del Universo y se sincronizan con los ritmos de la
naturaleza y de todo el cosmos. Nuestro
reloj biológico se calibra en contacto con el sol, con la temperatura ambiente,
con los sonidos que nos circundan, con otros seres humanos y con todas las
criaturas de nuestro planeta. Todo
lo que nos ocurre, acontece dentro de una trama compartida, en la que existen
aspectos externos e internos que condicionan los resultados; lo de afuera
facilita los procesos que se inician adentro, en nuestro territorio íntimo
–nuestro mundo emocional, mental, nuestra herencia genética y racial-
Somos
responsables pero no culpables de lo que creamos. Generamos nuestros propios
desequilibrios y también podemos producir la transformación de los procesos
para devolvernos la salud. Tal vez parezca poco creíble para nuestro
pensamiento lógico, porque éste necesita medir, comprobar, repetir el fenómeno
una y otra vez para aceptar su validez, como el método científico, para llegar
a enunciados universales. Es
importante expandir nuestra conciencia y abrirnos a otras posibilidades tan válidas
como las leyes que rigen el Universo, eternas, inmutables e incuestionables,
como lo son las leyes herméticas. (2) Existe
un conocimiento más allá de nuestra mente finita; es el conocimiento intuitivo
que existe per se; está fuera del concepto de espacio-tiempo y no
necesita pruebas, porque sus verdades SON, independientemente del observador. La
fuente de este conocimiento está vibrando en el Universo y una parte de nuestro
cerebro accede a ella directamente y lo capta como lo hacen nuestra memoria
celular y nuestro Yo Superior. ¿Soy saludable o
estoy saludable? Ser
y estar son dos verbos con sentidos diferentes; cuando decimos “soy
saludable” nos vinculamos a la idea esencial que hace a la condición de
ser inmortal, parte infinita de la energía universal que impregna lo
individual; es lo que une y no lo que separa. “Estar
saludable” alude simplemente a un estado que varía a cada momento, se
altera y quiebra fácilmente influido por factores diversos que pareciera no
pertenecernos sino estar a merced de lo externo. Experimentar
conscientemente esos vaivenes de la salud se convierte en camino para encontrar
el sentido esencial y trascendente de nuestra propia existencia.
Quien
supera la dualidad tiempo- espacio logra ir más allá del mundo físico y echar
raíces en lo intangible, pasando de los estados de salud a la vivencia de SER
saludable. La
salud tiene un aspecto material y otro inmaterial. Es
necesario crear puentes entre ambos para comprenderla en su amplio espectro y
vivirla en plenitud. Podemos hacerlo compartiendo experiencias que se
transformarán en fuente de inspiración para nuevas alternativas de vida. Compartir
es comunicarnos, entrar en el mundo del otro; encontramos encontrar espejos,
recuerdos y sintonías y podemos reconocer diferentes tipos de energías y sus
comportamientos en el mundo de la física. En estos encuentros creamos vínculos
que perdurarán mientras tengan sentido para todas las partes. Nuestra
vida es una inmensa e infinita red de vínculos; cada actitud personal genera
otras consonantes; así, cuando la ira parte de nuestros egos con rumbo o sin
rumbo definido, todo el entorno se sacude, tiembla y se conmociona. Las
explosiones que conmueven partes de nuestro planeta nos afectan a todos; la
naturaleza recibe nuestros enojos y nos responde en concordancia; es verdad
aunque a nuestra razón le resulte difícil aceptarlo. Observemos
en silencio; hagamos todo el esfuerzo necesario para que nuestra cabeza no
interfiera con el sinfín de filtros intelectuales que hacen al conocimiento
humano finito, sabiendo que es posible que desde nuestra humanidad nos
elevemos hasta los archivos del conocimiento universal usando la intuición. Las
actitudes, las acciones, los pensamientos son formas de energía; constantemente
se sintonizan con otras y unidas, pueden construir o destruir. El
enojo, la ira accionan una gran cantidad de energía destructiva que desorganiza
las energías del cuerpo físico, genera molestias, inquieta la mente,
altera las emociones; quien la genera pierde su conexión con su esencia
y , entonces, se genera el caos, que se extiende fuera de esa persona y afecta
irremediablemente a todo el entorno cercano; y si permanece en el tiempo, su
intensidad crece e impacta aún más lejos. Los
efectos de los estados energéticos destructivos son múltiples. Toda
la fisiología del cuerpo se altera y aparecen síntomas físicos. Cuando el
cuerpo físico se ve afectado necesita un tiempo para reorganizar sus energías
y optimizar el funcionamiento de todos sus órganos. También, las relaciones
interpersonales, con la naturaleza y con los objetos culturales cotidianos se
alteran y se vuelven caóticas. En
una palabra, quien siembra vientos recoge tempestades.
Podemos
aprender mucho del uso incorrecto de las energías y es fundamental saber hacer
una pausa hasta que se agoten sus fuerzas mal encausadas, antes de seguir
adelante. Aprendemos
cuando nos observarnos conscientemente a través de lo cotidiano y cuando esa
observación se transforma en una rutina diaria, en un entrenamiento
disciplinado. El forcejeo entre intelectualidad e intuición nos llevan a perder
la fe y la confianza en nosotros mismos, en los demás y en los procesos de la
vida. La
vida pone a nuestro alcance todos los recursos que necesitamos; es generosa y
nos brinda su abundancia; pero a veces, perdemos la oportunidad de gozar de
ella. Las
experiencias sirven para aprender; para pasar en limpio observaciones,
reflexiones, percepciones; para hacer cambios; para evolucionar. Ser
saludables es haber aprendido a captar información de cada circunstancia y
adoptarla como guía de aprendizaje. Ser saludable es haber transitado
conscientemente los estados de salud hasta alcanzar la experiencia esencial de
la salud. Ser saludables es haber encontrado la auténtica identidad y aprendido a vivir. semillasparalavida@hotmail.com semillasparalavida@yahoo.com.ar Notas: (1) medicinas de la tierra: aquellas medicinas aborígenes
(2) Hermes Trismegisto |