É dentro do coração do homem que o espetáculo da natureza existe; para vê-lo, é preciso senti-lo. Jean-Jacques Rousseau
ISSN 1678-0701 · Volume XXII, Número 89 · Dezembro-Fevereiro 2024/2025
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Educação
06/09/2023 (Nº 84) SER CONSCIENTEMENTE RESPONSABLES
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Mandala: “Danzando en la Luz” (E. Mónica Shocron B.)

Ser Conscientemente Responsables



Comencemos preguntándonos qué es VIVIR?

Si la vida es movimiento continuo, vivir es danzar con ella; es entrar en sintonía con su “Groove”, con sus ritmos y sus cadencias esenciales y es, además, ir al encuentro de nuestro balance vital en todo momento, aprendiendo a sostener la armonía entre nuestro universo interno y el mundo que nos rodea; entre el mundo físico y el mundo espiritual.

La vida es un aprendizaje permanente, es un camino con diversos recorridos, con avances y con pausas; la vida es ritmo.

Aprender a vivir es recorrer el camino con sabiduría; es convivir sosteniendo vínculos saludables y amorosos con quienes nos acompañan en el recorrido y con todo lo que involucra nuestro espacio de vida. Aprender a vivir es encontrar esas semillas de sabiduría profunda que nos dan las experiencias y que involucra nuestra decisión de ser conscientemente responsables por nuestras acciones, nuestras elecciones de vida y cada una de las decisiones que tomamos día a día.

Aprender a vivir incluye reconocernos en el “otro yo” -es decir- en cada ser que se aparece en nuestras vidas y cuya presencia puede prolongarse en el tiempo o ser apenas transitoria. Es reconocernos en la mirada de los demás, en sus voces y en sus silencios; es darnos cuenta que “somos más allá de nosotros mismos”, como lo muestra la conciencia del UBUNTU: “soy quien soy porque tú eres y yo me reconozco en ti”.



Hagamos una breve experiencia de sintonía, para percibirnos más allá de nosotros mismos…

Por unos instantes, cerremos suavemente los ojos, apenas apoyando los párpados para relajar la expresión del rostro y comenzar un breve paseo de la conciencia por nuestro mundo interno. Respiremos conscientemente, con serenidad, dejando que el aire que inhalamos nos recorra y nos acaricie por dentro… El cuerpo va serenando sus movimientos y relajando sus tensiones; también los pensamientos se van aquietando al igual que las emociones. Entramos amorosamente en nuestro espacio de silencio personal, que más allá de estar abrazado por nuestras fronteras interiores, nos mantiene en profunda y sensible conexión con “nuestro interior de afuera”… Desde ese espacio de sensibilidad abierta dejamos que hilos sutiles vayan tejiendo una trama que nos vincula con nuestro entorno, que nos comunica y sintoniza con otros seres… En este contexto, somos más allá de nuestra individualidad… Dejemos que el corazón extienda sus brazos para el abrazo de cada ser inmerso en ese mundo que representa “nuestro interior de afuera”, donde las fronteras se flexibilizan y amplían, volviéndose casi invisibles, diluyendo cualquier sensación de separatividad. Sólo dejemos que nuestra sensibilidad profunda haga su parte… vivenciemos el “yo soy quien soy, porque tú eres quién eres… Entonces, yo me reconozco en ti”



Vínculos conscientes y saludables

La ética del UBUNTU es muy inspiradora y es adecuada para ser aplicada en estos tiempos en los que parece haberse generalizado el culto a la personalidad y la individualidad, alentando la competencia desmedida, de unos “contra” otros…

En Sudáfrica existe una conciencia de unos y de otros y de todo lo que pasa; cualquier persona es un posible amigo y el caminar -para ellos- es algo más que un simple ir y venir de un lugar a otro; es la oportunidad de la interrelación de quienes se encuentran en el camino; es comunicación y comunión. En el andar siempre existe el saludo y cada vez que alguien se encuentra con una mirada nueva en el camino, despliega una amplia sonrisa acompañada de un saludo amistoso. Y esto también es UBUNTU.

UBUNTU es un modo de vincularse que brinda la oportunidad del encuentro, de conexión, de ser más allá de uno mismo, de ir más allá de un destino individual, dando la oportunidad de transformar la vida en un destino grupal y trascender la individualidad para plasmarse en un “nosotros”, impregnando la vida cotidiana con el espíritu de UBUNTU.

El UBUNTU es también un ritmo vital, en el cual todo se relaciona con todo, donde el movimiento de uno impulsa e inspira el movimiento de otros, reflejándose en el saludo típico sudafricano: quien saluda, dice: SAWABONA (yo te respeto, te valoro, tú eres importante para mí) y quien responde, dice: SHIKOBA (entonces, yo existo para ti).

El UBUNTU es una ética aplicada a la vida cotidiana. Esta palabra es una antigua voz africana en lenguas zulu/xhosa, habladas en Sudáfrica. Significa humanidad hacia los otros y puede sintetizarse en esta expresión: “yo soy quien soy porque tú eres quien eres”.

La ética de UBUNTU implica paz, reconciliación y nos ayuda a comprender que nuestra existencia -tal como la experimentamos- es posible por la existencia de la totalidad; es decir que no sólo está vinculada a la convivencia cotidiana con otros seres humanos sino con todos los seres de este planeta, incluyendo todos los reinos. Supone comprensión, compasión, asistencia mutua, respeto y facilita la experiencia directa de “ser digno de ser”.

La ética del “Ubuntu” honra la vida en todos sus aspectos y nos inspira para estar disponibles y poder experimentar la unidad en su sagrada diversidad.

Desmond Tutú (arzobispo de Sudáfrica) decía: Una persona con ubuntu es abierta y está disponible para los demás, afirma a los demás, no se siente amenazado cuando otros son capaces y están bien, porque es seguro de sí mismo ya que sabe que pertenece a una gran totalidad, que se disminuye cuando otras personas son humilladas o menospreciadas, cuando otros son torturados u oprimidos."

Es importante comprender el UBUNTU como la base para una moral de la cooperación, la compasión y la vida comunitaria basada en el respeto de los intereses colectivos y la dignidad de las personas, porque –en lo profundo- se refiere al sentido de humanidad, a compartir, a tener en cuenta y estar en armonía con todo, promoviendo la cooperación entre individuos, las culturas y las naciones.



Ser Conscientemente Responsables

La responsabilidad es una cualidad completamente voluntaria, basada en el libre albedrío; es la habilidad de responder, de poner atención y cuidado en los pensamientos, las acciones y las decisiones. Somos responsables cuando respondemos por nuestros actos, nuestras palabras y por las decisiones que tomamos.

En la convivencia cotidiana la responsabilidad es un valor ineludible, un elemento básico para sustentar la armonía y el balance saludable en todos los ámbitos de convivencia (familia, amigos, sociedad, espacios profesionales e institucionales y el espacio natural que elegimos para vivir).

La responsabilidad revela nuestro nivel ético; ser conscientemente responsable es un acto voluntario que implica respeto y transparencia de nuestros actos y -a la vez- revela nuestro cuidado, respeto y amorosidad hacia los demás seres. Se vincula también con nuestra disponibilidad para asistir a otras personas y esto nos lleva a la “responsabilidad social”.



Ser Conscientes de nuestra Responsabilidad Social

La “responsabilidad social” posiblemente es uno de los valores reconocidos en los grupos comunitarios desde los orígenes de la humanidad, resguardado

por las normas de convivencia y luego, por las leyes escritas.

Somos socialmente responsables de un modo personal; esto surge cuando reconocemos nuestro poder para influir sobre los demás a través de nuestros pensamientos, acciones y decisiones con el compromiso de “no manipular” las acciones y decisiones de los demás con un beneficio exclusivamente propio.

Lo importante es sostener nuestra conducta ética en cualquiera de los ámbitos de convivencia, trascendiendo lo normativo y lo legal. Nuestra responsabilidad social individual es nuestra conducta ética como miembros de la sociedad en la cual vivimos, para con nosotros mismos y con todo nuestro entorno. Va mucho más allá de las obligaciones legales; está vinculada con nuestro mundo íntimo, con nuestras actitudes en el hogar, con nosotros mismos, con nuestras familias, amigos, ambiente, espacios laborales.



Ser conscientes de la “Responsabilidad Afectiva”

Ser conscientes de nuestras relaciones interpersonales nos permite darnos cuenta que el modo de vincularnos influye en la convivencia cotidiana y toca las vidas de quienes están a nuestro lado, en cualquiera de los espacios de convivencia. Las relaciones interpersonales mucho tienen que ver con nuestra calidad humana, afectiva y nuestro modo de comunicarnos y de expresar sentimientos, necesidades y expectativas.

La responsabilidad afectiva se vincula con nuestro modo de actuar en las relaciones interpersonales. Es una conducta, un comportamiento que manifestamos dentro de nuestros grupos de convivencia (familia, amigos, ámbito profesional) que afecta nuestro modo de relacionarnos y nuestra calidad de vida.

Nuestra responsabilidad afectiva tiene tres pilares básicos que necesitamos tener en cuenta:

* Ser conscientes de nuestras conductas y de sus consecuencias, porque lo que hacemos influye en nosotros y en los demás

* Comunicar claramente nuestros sentimientos y pensamientos, expresar lo que queremos y necesitamos con absoluta claridad para evitar interpretaciones equivocadas que dañen nuestros vínculos

* Poder poner límites con amorosidad y cuidado, para lo cual necesitamos vernos y sentirnos a nosotros mismos con absoluta claridad; es decir, tener bien claro lo que sentimos, lo que queremos y actuar coherentemente en relación con nuestros sentimientos y anhelos.

Para todo esto, necesitamos transformar las pequeñas “irresponsabilidades afectiva” que son comunes en lo cotidiano, en responsabilidad afectiva. Un ejemplo común es suponer que quien nos ama sabe lo que necesitamos o queremos; es basarnos en supuestos en lugar de aclarar y actuar en base a esa percepción, en lugar de certezas.

La irresponsabilidad afectiva se manifiesta generalmente por inhabilidad o desconocimiento; pero también puede estar vinculada la intencionalidad, lo cual aumenta su gravedad en relación con los vínculos saludables, porque los daña profundamente.

Para actuar con “responsabilidad afectiva” necesitamos calibrar nuestra comunicación todo el tiempo; dejar de actuar guiados por supuestos y preguntar lo que necesitemos tener claro acerca de lo que la otra persona quiere, necesita o espera de nosotros; del mismo modo, buscar la claridad cuando expresemos lo que queremos, necesitamos y lo que esperamos de la persona con quien estamos interactuando.

Es importante cuidar la salud de nuestros vínculos porque ellos sustentan la convivencia armoniosa y saludable. Cultivar vínculos saludables es tener claro con quienes sostenerlos, de quién alejarnos; es aprender a poner límites amorosamente; es aprender a expresar nuestros sentimientos y deseos con absoluta claridad y libremente, con cuidado, suavidad y responsabilidad. Las palabras que elegimos usar en nuestra comunicación tienen que ser fieles reflejos de lo que sentimos, pensamos y hacemos y -a la vez- necesitamos elegir conscientemente las palabras que usamos; ellas tienen que ser respetuosas, amables, armoniosas. Porque al cuidar a los demás también nos estamos cuidando a nosotros mismos y sustentamos el balance de nuestra convivencia, la cotidiana e íntima y la que nos involucra con grupos más amplios.



Y para entrenar nuestra responsabilidad afectiva, podemos hacer una síntesis de algunas actitudes que apoyaran su desarrollo y fortalecimiento:

*comunicarnos en forma asertiva, clara y que evite interpretaciones múltiples y confusas

*sostener acuerdos claros

*poner límites amablemente y con claridad

*tener en cuenta que las relaciones involucran a ambas partes

*tener en cuenta que necesitamos sustentar el balance entre lo que damos y lo que recibimos (necesitamos ser conscientes de esto)

*comprender que el conflicto es normal pero que puede superarse

*recordar en todo momento que nuestras acciones siempre tienen consecuencias, nos afectan y afectan a nuestro entorno y a las personas con quienes interactuamos

*tener en cuenta la importancia de reconocer nuestros errores porque podemos corregirlos sólo cuando los hayamos reconocido

*recordar en todo momento que nuestras palabras pueden construir o destruir *ser conscientes de nuestro modo de expresarnos, a través de la palabra o de lenguajes no verbales, porque el lenguaje es parte importante para la comunicación y la convivencia



Ser conscientes de la convivencia social

Normosis, patología de la normalidad

El término “normosis” fue introducido por Roberto Crema junto con Pierre Weil y Jean-Yves Leloup, para describir una patología muy común en estos tiempos que vivimos y que, en más de una oportunidad, ha sido –y aún lo es-banalizada.

En la convivencia social existen acuerdos sostenidos grupalmente que nacen de hábitos y costumbres que resultan dañinos para la vida comunitaria e individual. Esos acuerdos generan patrones destructivos que afectan el balance saludable de la convivencia y que necesitan ser pasados por la conciencia para poder transformarlos, trascenderlos y devolverle el balance saludable a la convivencia.

Estos acuerdos sociales se transforman en presiones sociales que obligan a los individuos a adoptar reglas anormales y destructivas; son consensos patogénicos que muchas veces se los llama “guerras justas” y que logran respaldos legales, justificando –por ejemplo- las muertes; se normaliza la guerra e incluso se justifica cualquier acto violento “en defensa del honor herido”; de este modo, las guerras se transforman en duelos de “honor herido colectivo” que involucran a sociedades enteras, volviéndolas prisioneras de esa “normosis”.



¿Qué es la Normosis?

Se la llama también “patología de la normalidad” porque involucra normas, conceptos, valores, hábitos, modos de pensar, sentir y hacer que son aceptados por consenso social, aún cuando provocan sufrimiento y se vuelven patológicos y patógenos, enfermando así, a toda la sociedad. Tienen carácter automático e inconsciente; tiene dos cualidades básicas: la normosis es sistémica o situacional y es también evolutiva

1) Sistémica/ situacional: Es una enfermedad típica de estos tiempos, que involucra un modo de vivir dentro de un contexto en el que prevalecen características como: violencia; falta de respeto; falta de responsabilidad y de cuidado; incapacidad para escuchar conscientemente a los demás; abundancia de corrupción; “des-humanidad”; exceso de egocentrismos y culto a la personalidad; ausencia de compasión y empatía; competencia feroz por la notoriedad.

La pregunta es: ¿Esto es normal? Frente a esta pregunta, si la respuesta es afirmativa, estamos en presencia de lo que llamamos “normosis”, que describe la adaptación a un sistema enfermo al que se mantiene, se sustenta y se justifica.

Algunos ejemplos de “normosis”:

*normalizar las “guerras” y creer que la paz es ausencia de ellas (mientras que la sabiduría milenaria china dice que lo opuesto a la paz es el estancamiento).

*considerar que la salud es ausencia de síntomas (cuando en realidad, una persona considerada saludable es aquella que tiene la capacidad de presentar síntomas “conscientes”, incluyendo -en algunos casos- la desesperación “consciente y lúcida” o la indignación “justificada”; también incluye la capacidad de encontrar el mejor camino para la recuperación del balance vital).

*aceptar que si una persona “no se corrompe con el poder” entonces queda fuera del sistema.

También podemos hablar de:

*la normosis ambiental (por ejemplo, cuando se sostienen hábitos de contaminación y descuido del medio ambiente para mantenerse en la zona de confort)

*la normosis de la “ultra-especialización” (por la cual una persona sabe casi todo de casi nada y pierde su visión de conjunto, la visión expandida; entonces podríamos decir que una persona que es puramente especialista entonces se vuelve -de algún modo- incompetente).

2) Evolutiva:

Ante la pregunta ¿En qué se diferencia el ser humano con las demás especies? la “normosis” respondería que lo que diferencia a la especie humana de las otras especies es la inteligencia, la capacidad de razonar, el lenguaje, la cultura, el sentido del humor. Pero, saliendo de la normosis, podríamos responder que la diferencia entre el ser humano y las otras especies es la “inconclusión”, porque los seres humanos somos perfectibles, nos vamos moldeando, humanizando y evolucionando con el tiempo, a través de la educación, de la expansión de la consciencia, de las experiencias de vida; vamos modificando hábitos y conductas y también modos de ver la realidad. Esta perfectibilidad se refiere a cultivar las dimensiones del alma, la inteligencia emocional, a expandir la conciencia en la que nacen los valores de una ética del corazón, la de un ser sensible y vinculado con su espiritualidad profunda. La perfectibilidad trasciende el entrenamiento, que es casi exclusivo de la racionalidad.

Los terapeutas de Alejandría decían que los seres humanos podemos cambiar rápidamente de ropa pero que cambiar “de corazón” nos lleva toda la vida, porque es un camino de minuciosa transformación y desarrollo de la conciencia.

La normosis está vinculada a un “estancamiento evolutivo”, que involucra a las personas que han eludido dedicar sus esfuerzos al desarrollo de su potencial propiamente humano, es decir, que no han invertido en la expansión de la conciencia ni en la evolución de su propia humanidad. Teilhard de Chardin clarifica esto al describir al ser humano como “un espacio” en el cual la propia naturaleza puede aprender a conocerse a sí misma; un espacio en el podemos aprender a ser, a sonreír, amar, rezar, sentir, servir; un espacio en donde podemos descubrir nuestro propio ser, nuestros dones, nuestra verdadera identidad.



Lo anormal de la normalidad

La mayoría de nuestras costumbres son el resultado de aquellas normas que hemos aprendido y copiado de nuestros padres, de los ancestros y de aquellos educadores que han pasado por nuestras vidas. Esas normas tienen por finalidad preservar nuestro equilibrio físico, psíquico y emocional y -aunque en muchas oportunidades pueden ser destructivas- las adoptamos y sostenemos porque ya fueron consensuadas y porque forman parte de una “normalidad acordada” como pauta de convivencia. Pero esas normas se vuelven patógenas y generan hábitos insalubres, que a veces, se escapan de nuestra conciencia y sólo cuando logramos hacer consciente esa condición podemos abandonarlas, hacer los cambios necesarios y trascenderlas.

La normosis generalmente es silenciosa y es por esta razón que se nos hace difícil identificarla y trascenderla; necesitamos desarrollar una profunda capacidad de observación y percepción, para poder hacer consciente su presencia para poder trascenderla.

Pero cuando hablamos de “normal” puede ser “normal” o puede tratarse de “normosis”. Para que sea normosis es necesario que ese comportamiento se haya vuelto patológico o patogénico, provocando daño, enfermedad, sufrimiento e incluso riesgo de muerte, en sentido físico o metafórico. Un ejemplo de esto es el hábito de fumar; en este caso, la normosis sería sostener ese hábito como parte de un comportamiento dentro de lo considerado “normalidad social”.

Es decir, la normosis incluye una serie de comportamientos cotidianos, hábitos y actitudes que producen daño, sufrimiento, enfermedad y destrucción y que -a pesar de todo esto- son considerados “normales” por consenso social y cultural, y a veces, hasta respaldados legalmente.



Normosis ambiental

Muchos desequilibrios de los ecosistemas son el producto de consensos sociales dañinos (normosis), como el hábito de uso irracional de las energías, del agua (donde abunda); el consumo indiscriminado de medicamentos como ansiolíticos, analgésicos, antibióticos; o al automedicación respaldada por indicaciones sociales y/o publicitarias; el desprolijo desecho de los residuos; la tala indiscriminada de árboles; la alteración de los ecosistemas en nombre de “la evolución”, etc.

Es muy común que en lo “normal patológico” casi toda la gente se pone de acuerdo rápidamente, generando conductas que se arraigan en lo grupal o social, cuyo consenso origina una norma que lo ampara, “normalizando” así esas conductas patológicas.



Volvernos seres conscientes para transformarnos y contribuir al balance vital

Nuestra Conciencia tiene el tamaño de nuestra conexión con el Espíritu y cuando hacemos algún cambio en ella, modificamos también nuestra realidad; por lo tanto, nuestra realidad varía según el estado de nuestra consciencia y cada vez que modificamos el estado de la conciencia también se modifica nuestra visión de la realidad.

La expansión de la consciencia es un proceso dinámico y cambiante, influido por aquellas experiencias de vida que van dejando huellas y que favorecen nuestra transformación personal. Pero para que esto sea posible, necesitamos abrirnos cada vez más a percepciones más amplias y profundas y permitir que nuestra conciencia se expanda; todo esto depende exclusivamente de nosotros, de nuestra decisión, nuestra voluntad y de ponernos en acción.

Nuestro estado de consciencia condiciona nuestra visión del mundo, de la vida y de nuestro modo de experimentar la realidad en la que nos incluimos como individualidad y simultáneamente, como parte de una totalidad.

Cuando hablamos de espiritualidad nos referimos a esa consciencia de nosotros mismos como individuos integrados y como parte de un todo mayor que incluye la familia, los grupos de pertenencia en lo social y en lo profesional y también, la gran familia humana y planetaria.

Necesitamos activar nuestra espiritualidad, es decir, ser “seres conscientes” en sentido amplio, diariamente y en cualquier tiempo y lugar. Este proceso dinámico nos posibilita la transformación personal, conectando el mundo físico y el mundo espiritual. El gran cambio depende de esa conexión de nuestras acciones cotidianas con nuestra espiritualidad activa. En el mundo espiritual todo lo que necesitamos está siempre disponible; sólo tenemos que comprenderlo y decidir ir a la acción.

Muchas veces, ante las dificultades que nos plantea la vida cotidiana, el temor paraliza nuestro movimiento y disminuye nuestra calidad de respuesta frente a eso, dificultando los procesos de cambio y de una transformación profunda y saludable. Esa inmovilidad nos lleva a un estancamiento evolutivo, tanto en lo individual como en lo grupal. Desarrollar el “ser conscientes” contribuye a trascender ese estancamiento.

Para apoyar el desarrollo del “Ser Consciente” necesitamos también una buena dosis de “sabiduría”.

Shlomo Ibn Gabirol (Siglo XI-España) decía: “En la búsqueda de la sabiduría la primera etapa es el silencio, la segunda es la escucha, la tercera es la memoria, la cuarta es la práctica y la quinta, la enseñanza”

En el silencio aparece el espacio para poder escuchar; para escucharnos a nosotros mismos y poder escuchar a los demás.

La escucha y la percepción sagradas implican escuchar con atención plena, conscientemente, haciendo uso de todos los sentidos y con toda nuestra sensibilidad profunda disponible para escuchar profundamente.

La memoria nos permite recordar las enseñanzas recibidas a lo largo del camino; la práctica pone en movimiento todos nuestros aprendizajes y compartir nos permite mostrar, transmitir los conocimientos recibidos, donarlos, darles un sentido más allá de nosotros mismos, volver trascendentes todas las enseñanzas recibidas en nuestro camino. Compartir es volvernos disponibles para los demás.

Estas cinco etapas para alcanzar sabiduría marcan el rumbo de nuestros pasos en el camino de transformación personal y de expansión de la conciencia. Este recorrido nos permite recalibrar nuestra visión de la realidad y de la vida y darle un nuevo orden a nuestra vida para vivirla en plenitud y expresando nuestra espiritualidad y humanidad en mutua sintonía.



Esther Mónica Shocron Benmuyal

Embajadora de Paz

Distinción otorgada por Mil Milenios de Paz y Fundación Paz, Ecología y Arte

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Ilustrações: Silvana Santos