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Semillas para la Vida Una
propuesta educativa, una elección de vida Educar
desde la Esencia “Sensibilización con mandalas” “Somos un arco iris de seres que danzan alrededor del
mandala de la Tierra” (OSHO)
Mandala
indio: sol-luna-serpiente y 4 elementos
Somos esencia, más allá de las formas,
los sonidos, los colores y las apariencias. Somos mandalas transformándonos
en una trama multicolor, multiforme, unidos en la diversidad. Como
humanidad, estamos transitando senderos de crisis personales y grupales que
marcan un punto de inflexión en dirección a cambios profundos frente a la
vida, en todos los ámbitos, con todos los seres humanos, más allá de las
religiones, culturas, etnias, rangos sociales, profesiones. Vivimos
un momento de búsqueda, de transformación y podemos lograr el cambio apelando
a una diversidad de recursos. Podemos hacerlo por dos vías: a)
incrementando el conocimiento del mundo exterior, por medio de la exploración,
la experimentación, la interacción con el medio ambiente, incluyendo el
espacio aéreo y a través de actividades destinadas a utilizar las fuerzas de
la naturaleza, incluso, de la potente energía intra-atómica y b)
apelando al conocimiento del mundo
interno Ambos
caminos nos conducen a la expansión de
la conciencia, a focalizar nuestra atención más allá de nosotros mismos
para vernos como parte de un todo mayor junto a los demás seres que forman
parte de este Universo. Como
somos seres humanos, terrestres y cósmicos ampliando nuestro nivel de comprensión
tendremos la posibilidad de encontrar el sentido de trascendencia de nuestra
vida.
¿Cuáles pueden ser los caminos para
expandir nuestra conciencia? 1)
explorar el inconsciente o dejar que aflore
hacia la conciencia como lo hacen el psicoanálisis y la psicología de lo
profundo 2)
participar e identificarnos con otros seres, con la naturaleza y con las
cosas, sumergiéndonos en la conciencia colectiva y saliendo de la conciencia
personal 3)
elevar los niveles de conciencia hacia lo súper consciente y
transpersonal, marcado por el contacto entre el yo consciente y el Sí Mismo
transpersonal (el yo consciente es reflejo del Sí Mismo transpersonal influido
por elementos de la personalidad) Experimentamos
sensaciones y percepciones, tanto como pensamientos, ideas y conceptos; también,
podemos percibir y experimentar el espíritu. Cada uno de estos dominios
(sentidos, mente, espíritu o trascendencia) tiene sus propios códigos y
modalidades para acceder al conocimiento y comprensión de los fenómenos que
ocurren en cada uno de ellos y pueden ser explorados teniendo en cuenta lo que
Ken Wilber ha llamado “los tres ojos del conocimiento” (el ojo de la carne,
el ojo de la mente y el ojo de la contemplación o gnosis); cada “ojo”
explora y puede explicar sólo su dominio.
La vida es energía y se expresa a través
de formas, colores y sonidos que también son parte de nuestra esencia y de la
esencia de todas sus manifestaciones y que, en constante interacción,
permanecen unidas dentro de la diversidad en una trama invisible y
consolidada: el alma del Universo. Seamos
observadores silenciosos de nosotros mismos, de la vida y del universo Teilhard
de Chardin decía que la evolución tiende a conseguir “unos ojos cada vez más perfectos en un mundo en el que hay siempre más
que ver”. Esto es lo que intentaremos explorar en esta oportunidad. Ser
observadores silenciosos es convertirnos en testigos conscientes de la vida
misma, tal como transcurre en todos sus aspectos, incluyéndonos a todos como unidad
de la diversidad. Cuando
dejamos que nuestros ojos miren plácidamente el horizonte de todas las cosas
que nos rodean, nuestra mirada parece alargarse, ver más allá, más
profundamente; ver “con ojos nuevos” y llegando a rincones inesperados,
descubriendo la vida desde su esencia, a cada paso. Basta
hacer silencio y trascender los ruidos e interferencias para que nuestros oídos
sean capaces de escuchar hasta los sonidos mínimos y lejanos y todo nuestro ser
-en cuerpo y alma- pueda percibir sutilmente las vibraciones de ultrasonidos e
infrasonidos. Basta
abrir nuestra mente y ampliar la percepción para poder captar manifestaciones
de la energía con nuestro cuerpo físico, capacidad que nos hermana con otras
especies de la naturaleza. Basta
soltar nuestro cuerpo para que, lleno de sonidos, comience a danzar dibujando
mandalas con cada giro, con cada flexión, extensión, pausa y movimiento hasta
alcanzar una comunicación mágica con la vida, desde nuestra esencia y nuestro
corazón, desde nuestra transitoriedad y eternidad. El
mundo de los sentidos y la intuición nos da la posibilidad de llegar hasta
donde los pensamientos nos limitan y comunicarnos con lo visible y lo
no-visible. A
través de los sentidos y la intuición podemos trascender las fronteras de la
mente y expandir la conciencia hasta captar la esencia que las formas, los
colores, los sonidos, los aromas del Universo -del macro y micro cosmos-
contienen como si fueran cuencos. Mandalas
en la Naturaleza La
Naturaleza se manifiesta en forma de mandalas conectados entre sí; con su
sinergia van creando un gran mandala cósmico que se transforma a cada momento.
Las células, las frutas, la molécula de agua, de nieve, el átomo, una flor,
el sistema solar, los ojos, la gestación de un nuevo ser, todos son mandalas;
la vida es una danza de mandalas. Y la Tierra -nuestro planeta- es un gran
mandala alrededor del cual vamos danzando la vida. ¿Qué
son los mandalas? Los
mandalas son representaciones simbólicas que nos ayudan a hacer silencio, a
meditar, a entrar en los dominios de una conciencia expandida para comprender,
sanar y vivir en armonía. Mandala es
una palabra de origen sánscrito: manda significa esencia
y la
quiere decir lo que contiene, el contenedor, el cuenco.
El mandala es un círculo
concéntrico de energía, un círculo simbólico que contiene infinitas formas
organizadas radialmente y que tienen el poder de ayudarnos a focalizar la
conciencia y conducirnos a la integración, a la reorganización de nuestras
partes dispersas, al equilibrio, la armonía y la sanación. Un círculo
es – simbólicamente- origen, evolución,
movimiento, energía, armonía, corazón, latido universal, vida, misterio y
eternidad. Un mandala es síntesis,
esencia, sintonía, re-encuentro, nacimiento y renacimiento. Los mandalas sintetizan la esencia de
un instante de vida, en relación con quien observada, crea o co-crea el
mandala. Cada elemento dentro del mandala entra en sintonía con todos los demás
dando lugar a nacimientos y renacimientos continuos. Los
mandalas son energías en movimiento que danzan dentro de un círculo y se
comprenden con la intuición, observando con los ojos del corazón
y sintonizándonos con el latido universal a través de colores y formas. Cuando observamos en silencio un
mandala, o lo dibujamos, pintamos o danzamos, se inicia un diálogo entre sus
elementos y nosotros, una comunicación silenciosa y profunda que nos permite
llegar hasta horizontes inexplorados de nuestra conciencia. Nuestro mundo
interno partido va recobrando su unidad organizada y nuestra mente se abre a
otros niveles de comprensión. Un mandala con su
multiplicidad de formas y colores representa la perfección del cosmos, la
totalidad de nuestro ser y trasciende la idea del espacio-tiempo y de cualquier
diferencia cultural y personal. Vincularnos con un mandala
a través de la danza, del diseño, de la pintura, de una caminata sobre él es
iniciar un viaje hacia el centro de nuestro ser y el centro del universo,
poniendo luz en las zonas oscuras de nuestra conciencia para que florezca la
sabiduría contenida en nuestra esencia. Cada mandala es una puerta de entrada
hacia nuestro universo interno. Los mandalas han existido
y existen en todas las culturas, como formas geométricas concéntricas,
presentes en la arquitectura, en las catedrales, las mezquitas, los laberintos
-como el de Chartres, en Francia- en templos, sellos, vitrales, en los
calendarios maya y azteca y en diferentes manifestaciones artísticas. Son tan
antiguos como la misma humanidad.
Mandala
de la Creación
Rueda de la Vida
mandala egipcio
Ouroboros (mandala
tibetano)
laberinto
de Chartres
calendario azteca ¿Para
qué sirven los mandalas? El diseño de un mandala
guarda los secretos de la geometría sagrada. El mandala es el reflejo del alma,
en un momento determinado, para quien lo dibuja, pinta, danza o simplemente lo
contempla. Es un arte milenario que
ayuda a la integración y a la unión de uno con el Universo y con El Absoluto. Es un acto creativo que
nos induce a la calma y –de este modo- facilita la expresión de todo nuestro
potencial. Podemos crearlos individualmente o co-crearlos; cuando lo hacemos con
otros se genera además una unión infinita con quienes compartimos la gestación
de un mandala. Un mandala tiene el poder
de abrir nuestra mente como se abren los pétalos de una flor; permite que
nuestra esencia se descubra. Al meditar con él, comprendemos con el corazón y
trascendemos el intelecto. Es un camino de regreso al centro de nuestro ser y al
centro del Universo; es una danza permanente e infinita entre opuestos que se
concilian en un Todo único y mayor. Las formas contenidas en
los mandalas sintetizan elementos individuales en su interrelación con el ritmo
del universo. A través de la multiplicidad de caminos, colores y formas podemos
experimentar los ritmos cambiantes de la vida y del cosmos hasta encontrar la
estabilidad en el regreso al centro. Un mandala crea senderos
para la evolución del alma y la transformación
personal; es portador de misterio y sabiduría; es la imagen de la vida
que pulsa contenida entre un espacio delimitado por su periferia y el vacío de
su centro. En un círculo, el centro es inmóvil y eterno en tanto la periferia
puede ampliar o disminuir su perímetro mientras el centro permanece inmutable. Analógicamente, nuestra
esencia permanece aunque alrededor se activen la confusión, el caos, la
incomprensión, la violencia. Transitar el camino del medio es danzar entre
centro y periferia alcanzando la armonía de la unidad
en la diversidad. Todos
podemos crear mandalas En el Budismo tibetano los
mandalas son instrumentos para la meditación religiosa. Los monjes tibetanos
crean mandalas enormes, hechos con arenas de colores, en el suelo de los
monasterios; esta creación dura semanas y una vez terminado el mandala
–siguiendo el ritual- lo destruyen. Lo importante para ellos es el acto mismo
de creación; la meta es el camino, el proceso y no la obra terminada;
representa el contacto con lo efímero, con el movimiento continuo, con la
constante transformación de la vida, del Universo. Crear mandalas, además,
es terapéutico; es una forma de recuperar la armonía, el equilibrio, pues
mientras creamos un mandala, nos alineamos; nuestra respiración adquiere un
ritmo sereno, casi se vuelve imperceptible el sonido del aire al inhalar y
exhalar, nuestros pensamientos se aquietan y hasta pareciera que perdemos peso
específico, nos envuelve una sensación de liviandad y de alegría. Creando, co-creando o
meditando con mandalas también podemos profundizar el conocimiento de nosotros
mismos y permitir que emerja nuestra creatividad conectándonos con la intuición,
con nuestro ser transpersonal. Podemos pintar un mandala
dibujado por otros, pero en ese acto hemos de ir más allá de rellenar automáticamente
con colores las formas vacías. Pintarlos es un ritual silencioso, focalizado,
minucioso, hasta sagrado. Es una comunicación profunda con la energía de los
colores; cada uno guarda cuidadosamente en sí mismo un mensaje y lo ponemos en
acción al elegirlo y usarlo en cada espacio dentro del círculo. Observemos: Cuando
elegimos un color nuestro ser experimenta sensaciones, emociones, nuestra alma
dialoga con cada uno de ellos al igual que con las formas y los movimientos. Seguir las líneas
trazadas por el artista que originariamente dio forma al mandala que estamos
pintando, es un camino con magia, que despliega nuestras alas invisibles para
llegar hasta horizontes sin tiempo y percibir la sensación de eternidad. Podemos seguir el sendero
de un diseño hecho hace miles de años o recientemente, pero siempre nuestro
contacto silencioso con quien lo creó transcurrirá en el presente, porque los
mandalas tienen el don de llevarnos calladamente
hacia el aquí y ahora. Mientras pintamos un
mandala dibujado por otra persona estamos recreando la energía de ese mandala a
través de los colores, a través de las modalidades que elegimos para
recorrerlo; no existen reglas para hacerlo sino muchos caminos de acceso para
experimentar el secreto del círculo y su centro, para reconciliarnos con los
extremos hasta encontrar la serenidad al llegar al centro de nuestro ser. ¿Cuáles
son los pasos para crear un mandala personal? Para crear nuestro mandala
necesitamos generar previamente un espacio sagrado, hacer silencio para poder
focalizar nuestra energía, conectarnos con la intuición, con nuestro Yo
Transpersonal y recibir inspiración. Este ritual nos prepara
para nuestro viaje hacia el centro y para el encuentro con nuestra luz interna,
con nuestra esencia. Es importante serenar
nuestros pensamientos y nuestras emociones para poder escuchar la voz del alma y
entrar en sintonía con la del Universo. Podemos elegir una música,
sentarnos cómodamente o acostarnos, de modo que nuestro cuerpo se sienta
confortable y pueda relajarse. Relajando el cuerpo aquietaremos mente y
emociones; respirando profundamente, siguiendo un ritmo cómodo, será más fácil
focalizar la atención y la calma emergerá suavemente. Para sintonizarnos con los
colores dejaremos que sus energías se activen primero en nuestro interior para
que luego puedan expresarse en el mandala. ¿Cómo
hacerlo?
Por ejemplo, recorramos el arco iris con nuestra mirada interna; juguemos con
los colores hasta sentirlos vivos. Experimentemos formas de conectarnos con
ellos profundamente. Así, iremos percibiendo la luz de su energía, sentiremos
que podemos vibrar en su frecuencia y que ellos son parte de nuestra energía. Podemos danzar en círculo,
para encontrarnos con nuestro centro y nuestra fuente de inspiración, entregándonos
plenamente al sonido y haciendo permeable nuestro cuerpo al ritmo y a la música. Podemos simplemente,
caminar en silencio haciendo una ronda, unidos a través de nuestras manos o
balancearnos rítmicamente en círculo, abrazados, sincronizando entre todos
nuestros pasos o nuestro balanceo hasta alcanzar un ritmo común. Con cualquiera de estas
elecciones estaremos generando ese espacio sagrado para la creación. La
consigna general será entrar en sintonía. Podemos agregar también
alguna intención específica, como comprender algún proceso en particular o
encontrar orientación en nuestro camino. Luego, sobre un papel en
blanco, dibujaremos un círculo y focalizaremos su centro -visible o invisible-
permaneciendo en silencio hasta que percibamos que es el momento para iniciar el
diseño de nuestro mandala. Dejaremos que nuestra mano
comience a dibujar trazos y formas espontáneamente, conectados permanente con
la intuición. Cuando cese el movimiento de la mano observaremos en silencio
aquellas formas contenidas en el círculo y cerrando los ojos, conservaremos la
imagen en nuestro interior. En una siguiente etapa
incluiremos el color. Nuevamente generaremos el espacio sagrado para iniciar el
proceso de creación. Tal vez, la voz interior haga aparecer palabras, las
cuales podrán ser incluidas dentro del círculo o en su perímetro. Cuando
percibamos que el proceso creativo ha concluido, observaremos el mandala y
meditaremos con él. Co-creemos
un mandala danzando Recordemos
primero, que en un mandala sus elementos están organizados radialmente dentro
de un círculo y juntos comparten una trama dinámica y
armoniosa. que representa la continua transformación. Propuesta: Generar
un mandala que nos vincule con nuestro entorno natural, con la identidad de cada
uno de los elementos del ecosistema en el que vivimos y que simultáneamente,
nos vincule con el mandala de la Tierra, alrededor del cual danzamos la vida. ¿Cómo lo haremos? El
grupo tendrá un coordinador que irá guiando la experiencia. Cada miembro
elegirá previamente un elemento del ecosistema para danzar esa identidad. Es
importante experimentar una comunión profunda con ese elemento y por esa razón,
antes de poner la música para la danza, el grupo tomará unos minutos para
entrar en sintonía. ¿Cómo entraremos en sintonía? El
camino será similar al propuesto para crear o co-crear mandalas. El
grupo generará el espacio sagrado y cada uno comenzará a explorar su camino de
acercamiento a la esencia del elemento elegido para asumir su identidad dentro
del círculo. Antes
de poner la música, el coordinador del grupo se asegurará que la duración de
la melodía sea lo suficientemente prolongada para que todos tengan el tiempo
necesario para co-crear la coreografía/mandala con comodidad y sostenerla
–además- en el tiempo, para poder sentir y vivenciar profundamente el mandala creado entre todos. Recordemos
que el coordinador también es parte del grupo y una vez que comienza la música
precisará estar en comunión con la identidad que eligió para participar del
mandala danzante. Elección de la música
Será
una música que llegue al corazón, que despierte la sensibilidad profunda de
cada uno, que sea realmente inspiradora y sostenga secuencias claras para
facilitar el diseño de la coreografía. Será
importante dejar que los movimientos fluyan sin perder conexión con la
identidad individual y simultáneamente sostener la conciencia de unidad para ir
dibujando juntos el mandala, a través de movimientos ensamblados. ¿Cómo llevar a cabo el proceso
co-creativo? El
grupo comenzará a moverse en círculo cuando comience la melodía, para
despertar conciencia de él, antes de iniciar el diseño del mandala. Es
importante tener presente su perímetro y su centro, porque todos los
movimientos han de transcurrir en ese espacio y cada elemento formará parte de
esa organización radial. Luego,
cada uno comenzará a crear su propio movimiento, su propio dibujo dentro del círculo
conservando la conexión con su identidad y como parte del todo mayor, para que
sus movimientos se mantengan dentro del diagrama radial. Pueden danzar dentro
del círculo o hacerlo en su perímetro. Es
importante que la conciencia de unidad en
la diversidad esté presente durante toda la experiencia. El
grupo danzará el mandala en cuanto dure la melodía y cuando finalice, cada uno
detendrá su movimiento donde lo encontró la última nota musical. El círculo
permanecerá como una fotografía y cada uno –en silencio- observará y sentirá
el mandala generado entre todos. Cada uno hará un registro minucioso de
sentimientos, sensaciones, pensamientos, imágenes internas. Luego,
el coordinador del grupo comenzará con el ritual de desdibujar el mandala desde
la periferia hacia el centro, tal como lo hacen los monjes budistas tibetanos,
activando de este modo, la conexión con lo efímero, lo transitorio y la
transformación permanente de la vida y del Universo. En
silencio, todo el grupo volverá a formar el perímetro del círculo,
permaneciendo en quietud. Cierre de la experiencia: Reflexión
individual y reflexión compartida. Podemos enriquecer esta experiencia
dibujando y coloreando un mandala personal que nos haya inspirado la danza,
siguiendo los pasos mencionados para la creación de mandalas. Cada
vez que creamos un mandala, podemos meditar con cada uno de ellos e iniciar un
camino de pesquisa interna, de auto conocimiento, de descubrimiento de nuestra
propia esencia. Otras experiencias con mandalas *
Previamente elegiremos una semana para desarrollar esta experiencia. Cada día
de la semana crearemos un mandala, meditaremos con él en ese día y al
finalizar la semana, tendremos 7 mandalas, habremos meditado con cada uno de
ellos. En
el 8º día, los observaremos y podremos percibirnos a través de ellos para
comprender nuestra propia transformación, la de nuestra sensibilidad y
seguir el proceso de transformación de nuestra conciencia. *
Podemos co-crear un mandala siguiendo un ritual similar al del budismo tibetano.
Nos sentaremos haciendo un círculo, generando entre todos el espacio de
silencio, con una consigna previa consensuada por el grupo, vinculada con el
medio ambiente y nuestra participación activa en él. Luego
pondremos al alcance de todos los elementos que usaremos en la construcción del
mandala de la vida; es necesario que todos estemos cómodos para alcanzar
cualquiera de los elementos (pueden ser piedras de colores de diferentes tamaños,
semillas, pétalos de flores, caracoles, tierras de colores, papeles de colores,
hilos, etc.) Siempre
con la conciencia del centro –visible o no visible- comenzaremos a dar forma y
color al mandala comenzando desde el centro en dirección hacia la periferia.
Cada uno irá haciendo su aporte en silencio, sin perder su propio centro, pero
consciente del entorno y de cuanto vaya aconteciendo en todo el proceso de
co-creación. Llegará
un momento en el cual todos sentiremos que la obra está concluida; será el
momento de la contemplación previo al ritual de destrucción del mandala. Una
vez que hayamos desdibujado el mandala desde la periferia hacia el centro, el
grupo intercambiará experiencias para
hacer la síntesis final. La
experiencia con mandalas tiene múltiples formas y los caminos que vamos
transitando con ellos ponen en marcha nuestra creatividad infinita. Cada
vez que completamos una experiencia estamos listos para la que vendrá, solos o
compartiéndola con otras personas. Mónica
Shocron semillasparalavida@yahoo.com.ar Somos mandalas multicolores que danzan la VIDA” |