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Para a ganância, toda a natureza é insuficiente. Sêneca
ISSN 1678-0701 · Volume XXIII, Número 91 · Junho-Agosto/2025
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Mandala “El Nido-Luz” (E. Mónica Shocron B.) “Nuestro Nido-Luz”
Cuando aquieto mis pensamientos y sintonizo mi universo interno - ese espacio de silencio y de luz personal que me recibe amorosamente- puedo captar hasta lo más sutil que la vida me dice. Pongo la mano en mi corazón y percibo sus latidos… Algo mágico y misterioso sucede, porque casi sin darme cuenta, me voy deslizando suavemente hacia ese “nido-luz” que me habita, en donde anidan la paz, la armonía y el amor; en donde nace el perdón amoroso y genuino, que da descanso a mi corazón.
Es
en ese momento preciso, que me doy cuenta de la importancia que tiene
en estos tiempos, sustentar la conexión con esa fuente de luz
que vibra en nuestro universo interno, para poder ver más
claro, para poder vincularnos desde nuestro ser, desde nuestra
esencia, con todos los seres y todo lo que nos rodea e ir al
encuentro de una convivencia armoniosa en todos los ámbitos y
en todos los momentos de nuestras vidas. En estos tiempos que corren, necesitamos más que nunca reconectarnos con nuestra esencia, con nuestra propia luz que espera poder expandirse y brillar, iluminando nuestros pasos y también, más allá de nosotros mismos. Necesitamos sostener con decisión y firmeza, la mayor parte de nuestros días, esa sintonía con nuestro “nido-luz”, para que nos ayude a distinguir lo esencial de lo superfluo, lo urgente de lo que no lo es; para poder diferenciar lo que nace desde el ego de aquello que nace desde nuestra propia esencia y para que nos sostenga en balance, aún en momentos agitados y difíciles. Pero… qué nos pasa habitualmente en lo cotidiano? Muchas conductas diarias nos alejan de ese “nido-luz” que nos habita. El apuro, el exceso de estímulos externos nacidos del caos, los temores, las dudas, las inseguridades, el impulso reactivo de quejarnos, focalizarnos en las carencias, en los reclamos constantes que se transforman en una letanía… Son apenas algunas de las causales que nos alejan del balance y de la armonía, que enturbian nuestras miradas y la claridad de pensamientos. Frente al caos y el bullicio, nuestras energías se debilitan, restándonos fuerzas y opacando nuestra propia luz y, en consecuencia, nuestras acciones y actitudes, se alejan del “nido-luz”, del bien común y de la oportunidad de una vida plena. Profundicemos en algunos aspectos que nos ayudarán a mejorar nuestra calidad de vida Nosotros -como seres espirituales, emocionales, sensibles y humanos- tenemos una misión fundamental en nuestra vida planetaria: tender puentes entre nosotros, entre nuestras ideas, creencias e identidades diversas, entre las distintas generaciones, entre los pueblos y las naciones y –también- tender puentes que nos conecten con otras especies planetarias… Y ésa sería nuestra contribución a la sustentabilidad de un planeta “habitable”, donde la prioridad sean los puentes y no las zanjas, las grietas o los muros. Esto requiere de un momento de pausa para ir al reencuentro de nuestra esencia como especie y de nuestra misión y responsabilidad dentro del contexto global. Requiere de un aprendizaje que implica también “reaprender” algunos modos de “hacer las cosas”, algunos modos de vincularnos unos con otros -sean seres humanos o de otras especies planetarias-; de relacionarnos con los bienes culturales generados a través de la historia de la humanidad. Requiere de una revisión de nuestros modos de comunicarnos y de usar el lenguaje, las palabras, los gestos, las imágenes que compartimos en la comunicación cotidiana y profesional. El rango de transformación que logremos depende de cada uno de nosotros como individuo y –también- de cada uno de nosotros como parte de una comunidad, una sociedad, un grupo cultural; porque la transformación global depende en realidad, de la transformación individual.
Observemos los síntomas… Ellos nos hablan de la necesidad de transformar empezando por nuestra transformación personal. Probablemente, nuestras carencias, nuestros miedos a las pérdidas, nuestras inseguridades se vinculan con algo más profundo que necesitamos descubrir y ver con claridad. Estas sensaciones nos están mostrando un quiebre en la conexión que sostenemos con nuestro “nido-luz”-es decir- con nuestra fuente de luz, nuestra esencia; también nos muestran una distorsión de valores y prioridades, una dispersión de nuestra mente absorbida por temas superfluos e intrascendentes. Muchas veces, abrazamos la creencia de que la materia, lo concreto -lo que podemos pesar, medir, ver, tocar- es lo que mueve la vida… Pero tal vez, estamos olvidando que la materia es la manifestación de la esencia y que la esencia es su sustento. En este olvido, la esencia desaparece tras la mirada del ego, pasa desapercibida para nuestra consciencia y nos impulsa a rodearnos de materia, generando consumos excesivos e innecesarios que nos van aprisionando, casi sin darnos cuenta de ello.
Caminemos libres de equipaje Caminar libres de equipaje puede parecernos una utopía; pero veamos su simbolismo. Caminar “libres de equipaje” es algo más que caminar “sin nada”; es aprender a soltar el lastre que nos agrega peso, que dificulta el movimiento. Acumular peso altera nuestro ritmo, dificulta nuestra movilidad; pausa nuestro avance y -a veces- también “nos tira” hacia atrás, impidiéndonos seguir adelante en la vida. Por eso necesitamos soltar lastre, liberarnos del peso extra, conservar sólo lo que usamos, lo que es auténticamente imprescindible; sólo aquello que hace cantar al alma; aquello que nos hace sonreír y sentirnos en paz. Liberar el peso nos ayuda a recuperar nuestra libertad de movimiento; nos da flexibilidad y nos vuelve ágiles en el andar por la vida. “No es más rico quién más tiene sino quien menos necesita”… así dice el dicho. Necesitamos reflexionar, profundizar en lo que significa acumular, darnos cuenta de los muros energéticos que se crean a nuestro alrededor, cuándo acumulamos y nos rodeamos de cosas superfluas. La abundancia que existe en la naturaleza no implica que hagamos un consumo excesivo de lo que ella nos brinda; no implica que agotemos sus recursos para sentirnos seguros, poderosos y abundantes. Imaginemos por un momento que estamos encerrados herméticamente dentro de paredes infranqueables; queremos hacer escuchar nuestra voz pero ellas lo impiden; queremos mostrar nuestros gestos, las expresiones de nuestra cara, expresar nuestros sentimientos, pero esas paredes impiden que otros puedan vernos, sentirnos y escucharnos. Entonces, lo que suponíamos que nos estaba dando seguridad y poder, en realidad, nos estaba aislando, volviéndonos débiles y solitarios. Ocurre lo mismo cuando acumulamos cosas innecesarias, pensamientos y emociones que no queremos dejar en libertad. Todo esto va encerrándonos en una prisión simbólica y, a la vez, real; todo lo que acumulamos nos restringe, limita nuestra movilidad, nos aleja de los vínculos saludables y de nuestra libertad de ser. Cuando nos convertimos en acumuladores inconscientes de todo aquello que creemos necesitar, nos aislamos, entramos en la oscuridad, nos alejamos de los sonidos armónicos y de aquello que nos vinculan con la vida; nos vamos quedando aislados, solitarios… como si nos fuéramos marchitando lentamente como una planta que quedó encerrada en una caja sin aire y sin luz. La acumulación nos impide vivir en plenitud. Saber distinguir lo esencial de lo que no lo es y liberarnos de esas ataduras que genera la acumulación innecesaria, se transforma así en el arte de caminar por la vida, libres de equipaje, con alegría y en paz.
Busquemos la información almacenada en la memoria interna de nuestro universo personal Qué tipos de pensamientos y emociones dan vueltas en nuestro interior? Hagamos un recorrido por nuestro universo personal para poder respondernos. Identifiquemos nuestros pensamientos, nuestras estructuras mentales, nuestras emociones enquistadas; identifiquemos nuestros enojos y los conflictos que murmuran en nuestro interior y que aún, no hemos podido resolver; descubramos todas las cosas materiales que atesoramos y acumulamos “por si acaso…”, sintiendo que cubren los espacios vacíos en el corazón o en el alma. Muchas veces nuestros estados de ánimo nos llevan a aferrarnos a lo material para reemplazar nuestras carencias más sutiles. Identifiquemos todo aquello que nos quita la paz, que nos desvela por las noches, que nos arruga la frente, nos endurece el ánimo, nos pone rígido el cuerpo y nos borra la sonrisa del rostro y del corazón. Conectemos con nuestra sensibilidad profunda, porque ella puede ayudarnos a ver más claro, a distinguir lo auténtico de lo imaginario, lo que realmente necesitamos y lo que no. Esta conexión, nos ayudará a despejar obstáculos, ampliar nuestra visión, ver más allá de nosotros mismos; nos guiará al encuentro del contexto mayor tal como somos, manifestando libremente nuestra propia identidad, vinculándonos con los demás y con nuestro entorno, desde nuestra esencia, desplegando nuestras alas del alma y donando nuestra luz para un bien mayor. Hagamos –entonces- una travesía silenciosa por los caminos de nuestro mundo interno para poder descubrirnos en esencia, para poder llegar a nuestro “nido-luz” y encontrar nuestro modo de recorrer los caminos con corazón, libres de equipaje, con agilidad, armonía y en paz.
Recuperar nuestros espacios personales de silencio Insisto en recuperar nuestros “espacios personales de silencio”, donde podemos ver y descubrir lo que se oculta tras el bullicio de nuestra mente y el movimiento externo sin pausa, que distorsiona la realidad de la esencia. El “ejercicio del silencio” ayuda a que nuestra mente se focalice en la esencia y pueda recuperar su sintonía con “el ser”. Existen muchos caminos para llegar a nuestro espacio de silencio personal. Cada una de nosotros tiene sus caminos personales para llegar a ese espacio; cada uno de nosotros tiene su modo peculiar de recorrer esos caminos, marcados por su propia identidad; cada uno de nosotros tiene recursos a su alcance con los cuales vibra en sintonía con mayor facilidad. No hay recetas mágicas en este camino para encontrar nuestra sintonía con la esencia, con nuestro “nido-luz”: necesitamos voluntad y decisión para iniciar nuestro recorrido personal. Recordemos que no podemos caminar el camino de los otros porque a cada uno de nosotros nos corresponde una ruta personal, que es el camino con corazón, ese camino que, al recorrerlo, enciende nuestra alma, acaricia nuestro corazón e ilumina nuestras miradas. No se trata de caminos sofisticados; esos caminos con corazón se identifican por su sencillez, por su simpleza; porque nos da alegría recorrerlos, nos resulta fácil andarlos… Y porque, a fin de cuentas, nos hacen sentir bien, en plenitud y en paz. Cuando recorremos caminos con corazón la paz nos abraza espontáneamente y percibimos la certeza de que vamos en la dirección correcta. Nos hace sentir confianza, seguridad, esperanza, optimismo y claridad en nuestro propósito y sentido de vida. A veces, cuando el camino me inquieta, me detengo y hago una pausa para poder sentir, percibir, silenciar mi mente del bullicio de pensamientos y poder reconectar con mi “nido-luz” para renovar mi mirada, para poder descubrir lo que permanecía oculto ante mis sentidos y mis pensamientos. Cada uno de nosotros tiene sus propios recursos para recuperar la sintonía con su propia esencia. Y como ya lo dije, no existen soluciones mágicas; toda transformación depende de nuestra voluntad, de nuestra decisión y del anhelo de transformarnos en seres humanos, con su espiritualidad activa, sus raíces planetarias saludables y su emocionalidad en armonía. En esa sintonía de unidad plena, nuestros canales perceptivos se abren estableciendo la reconexión con todo lo que existe y, también, con nuestra propia luz infinita, fuente de energía que nos hace posible la vida en plenitud. Nuestros cambios profundos no dependen de lo externo sino de nuestra propia interioridad. Somos seres responsables plenos de nuestro destino y, también, somos responsables plenos de lo que se manifiesta en nuestro entorno social. Las grandes transformaciones comienzan con las pequeñas acciones silenciosas personales que se orientan hacia un bien mayor. Las individualidades son necesarias en la gran trama porque aportan su identidad a la identidad del todo mayor, contribuyendo con su luz, su energía y su vitalidad, a la luz, energía y vitalidad del todo mayor. Por eso, en los resultados de las transformaciones no hay lugar para el reclamo hacia otros, sino consciencia de lo que hacemos y hemos hecho por el bien mayor. No precisamos gritar para mostrar el camino que anhelamos recorrer, sólo necesitamos hacer y mostrar en paz lo que sentimos que es lo mejor para todos y para uno mismo. Los gritos tapan y ocultan lo esencial y hacen difícil ir al encuentro del verdadero camino con corazón.
La memoria y el flujo de los ritmos La memoria existe para que podamos recordar, para que podamos orientar nuestros pasos, para poder transformar aquello que nos impide avanzar en el camino. Tener memoria no implica aferrarnos a lo que fue; el pasado cuenta, pero no se trata de anclarnos en “todo pasado fue mejor”, sino que se trata de construir lo nuevo sobre lo que ya fue y no de enquistarnos en lo que no fue o no pudo ser. La fuerza de la vida tiene memoria pero sigue adelante, no se detiene, continúa con su ritmo trazando nuevos caminos y generando nueva vida. Nosotros somos la vida y nuestro camino no se detiene, a menos que nos quedemos en el pasado, enredándonos en las memorias y trayéndolas al presente todo el tiempo, como un estribillo que se repite, se repite y se repite otra vez, sin dejarnos avanzar, impidiendo el fluir del ritmo vital, sin permitirnos ir al encuentro de lo nuevo, de lo que vibra en sintonía con la vida. A veces creemos que esto es una utopía, pero… las utopías fueron puestas para hacernos caminar. Muchas veces me inquieto cuando me alejo y pierdo la conexión con mi “nido-luz”… Pero una fuerza que me llega desde algún rincón de mi universo interno, me ayuda a restablecer esa conexión perdida… y-entonces- me dejo abrazar por el resplandor de su luz… y sigo andando.
Algo más para compartir antes de silenciar mis palabras… Aunque el mundo esté en guerra y aunque mi mundo interno esté convulsionado, hoy elijo la Paz. Aunque parezca difícil, hoy elijo Perdonar, porque mi corazón necesita descanso. Aunque todo parezca oscuro, hoy elijo encontrar el punto de Luz en medio de la oscuridad. Aunque el Bien parezca desaparecer del mundo que me rodea, hoy elijo encontrar lo Bueno que hay en mí, en cada uno de nosotros y en todo lo que me rodea. Aunque parezca que mi voz no es escuchada, hoy elijo Susurrar pues no necesito gritar... Sé que Dios escucha –incluso- los suspiros del alma.
Esther Mónica Shocron Benmuyal
Distinción otorgada por Mil Milenios de Paz y Fundación Paz, Ecología y Arte http://alaluzdelavida.blogspot.com http://semillasluzparalavida.blogspot.com
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